domingo, 16 de marzo de 2014

LA MÚSICA Y LOS VALORES



El mundo en el que nos movemos exige más que nunca que nuestros alumnos reciban una sólida educación en valores. El Dr. Shapiro señala que la gran mayoría de los problemas que tienen nuestros alumnos hoy en día, se deben a los cambios en las pautas sociales que se han ido produciendo a lo largo de estos últimos cuarenta años: influencia negativa de los medios de comunicación, aumento de divorcios, falta de respeto y ausencia de autoridad en los centros educativos y menor dedicación de los padres a sus hijos (1997:30). Todas estas situaciones muestran a los niños una sociedad caótica donde aparentemente los valores están en crisis.

Es de vital importancia introducir en el proceso de enseñanza-aprendizaje contenidos que hagan referencia a los valores si queremos que nuestros alumnos desarrollen al máximo su personalidad. Y esta educación debe comenzar en edades tempranas. En la L.O.E. se exponen los objetivos fundamentales del sistema educativo español, y es destacable que la mayoría de estos hacen referencia al tema que nos ocupa: el pleno desarrollo de la personalidad, el respeto a los derechos y libertades fundamentales, el respeto a las distintas lenguas y culturas de España, la preparación para participar de forma activa en la vida social y cultural, y por último, la formación para la paz, la cooperación y la solidaridad entre los pueblos.


El informe Delors, La Educación encierra un tesoro, señala que la educación y el aprendizaje se fundamentan en cuatro pilares básicos: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser, insistiendo especialmente en “aprender a vivir juntos”, esto es, aprender a participar y colaborar con los demás, lo que exige desarrollar aspectos relacionados con la inteligencia emocional, como son las habilidades sociales y la empatía.

La música es un lenguaje y como tal, ha sido creada para transmitir emociones. En la antigua Grecia la educación a través del arte de los sonidos llegó a tener tal importancia que en los siglos VII y VI entró a formar parte de un ideal educativo (Fubini, 1988). Para los griegos, la música tenía cualidades y efectos morales, además de ser esencial para alcanzar la belleza.

Diferentes pedagogos del siglo XX han destacado la importancia de la educación musical para transmitir valores y desarrollar de esta manera las principales facultades del ser humano, promoviendo métodos pedagógicos activos, basados en la utilización de habilidades emocionales. Willems decía que existe un estrecho vínculo entre el desarrollo del niño y el aprendizaje de la música. Los elementos constitutivos de la música (ritmo, melodía, armonía y forma) son inherentes a la naturaleza humana.

Del mismo modo, Martenot, partiendo de las características psicofísiológicas de los niños, plantea un sistema pedagógico musical basado en el “educador a través del arte”:

“La enseñanza del arte tiene como meta un resultado tangible, ponderable, apreciable, un conocimiento técnico. Estos conocimientos se detectan fácil y rápidamente. Pueden ser comparados y cuantificados por medio de un examen. El educador por el arte apunta hacia resultados imponderables: el desarrollo auditivo, la sensibilidad general, la vida del espíritu: nociones difíciles de medir, de evaluar, cuyo progreso no es cuantificable. A pesar de ello, ¿quién puede negar que se trata de lo esencial? El artista que no ponga en primer lugar la calidad de su actitud y de su sensibilidad tiene pocas probabilidades de ser fiel a su vocación.” (1993: 22).

Toda acción pasa por lo que Martenot denomina “el instrumento humano”, esto es, “un conjunto de facultades de nuestro ser psíquico y físico, independientes en su mayoría de nuestros conocimientos intelectuales” (1993: 29). Con esta definición nos acercamos al concepto de inteligencia emocional y al desarrollo de valores, ya que la música se concibe como un medio para despertar en las personas el sentido de lo humano y su potencial psíquico, desarrollando el autocontrol, la autoestima, las habilidades sociales, la perseverancia, la receptividad y la imaginación creadora.

La práctica musical con instrumentos de pequeña percusión en la metodología de Orff, o el canto coral en el planteamiento didáctico de Kodály, contribuyen a mejorar, bajo mi punto de vista, las habilidades de comunicación, ya que al hacer música de conjunto se produce una mayor interacción con los compañeros y con el entorno. El trabajo musical en grupo puede convertirse en una experiencia maravillosa porque genera lazos de unión entre los instrumentistas, mejorando así la capacidad de escucha y los valores sociales.

Por todo lo expuesto en los párrafos anteriores, considero que la música juega un importante papel en la educación en valores, porque como decían nuestros antepasados griegos, no sólo está relacionada con nuestro mundo moral, sino que también contribuye entre otras cosas a la mejora de la autoestima, la sensibilidad, la capacidad de escucha, la responsabilidad y la comunicación, esto es, al desarrollo integral de las capacidades humanas.

Fuente: blogs.unir.net

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